Mucho se analiza y se escribe sobre la situación actual de la familia en el mundo occidental. Contamos con distintos modelos de vida familiar. Son el resultado de cambios históricos significativos. Los análisis sociológicos nos informan con bastante claridad y precisión sobre el origen, alcance, influjo de los cambios socio-culturales. Vivimos distintos modelos de familia: extensa, nuclear, monoparental etc. Son modelos que coexisten entre nosotros. Esta evolución se refiere sobre todo a la estructura. Pero hay otros aspectos concomitantes.
Tal vez una buena forma de expresar el cambio que se ha producido sea simbolizarlo en la mesa camilla y en el sofá. Hemos pasado de una familia con forma de mesa camilla a una familia con forma de sofá alargado frente a una gran pantalla.
La mesa camilla es redonda. En torno a ellos los miembros de la familia se ven las caras, se miran, se comunican. La mesa camilla los reúne para las comidas para hacer los deberes, para hablar, para colaborar.
El sofá alargado y hundido coloca a los miembros de la familia mirando todos en una dirección. El centro está en la gran pantalla de la televisión. No se miran ni se escuchan unos a otros. Guardan silencio ante el aparato mágico que entretiene, informa, emociona, aburre. Pero todo ello de forma individual. Y en paralelo. Cada persona individualmente se deja afectar por las informaciones, los ejemplos e historias que se proyectan.
El mando de la tele se convierte en el codiciado objeto de deseo para todos. Es un símbolo de poder y de dominio. Por ello provoca conflictos entre los miembros de la familia. Para solucionarlos se multiplican los aparatos de televisión en vivienda: cada persona se asigna uno. Y además las pantallas de los ordenadores ponen en contacto con las imágenes y las historias de medio mundo. El menú es muy variado.
Frente a esta prevalencia de lo individual es preciso reafirmar los espacios y tiempos de la mesa camilla. La pertenencia familiar es tanto más fuerte cuanto más profunda es la comunicación. Los matrimonios empeñados en crear familia tienen especial empeño en cuidar los espacios y los tiempos de comunicación. Saben que la familia es, sobre todo, un espacio afectivo insustituible. Y también delicado. Por eso sufren tanto cuando el hogar familiar se convierte en una especie de pensión.
Un matrimonio que se comunica y reúne a su familia en torno a la mesa camilla es una buena noticia para esta sociedad, que tanto sufre de incomunicación.
La mesa camilla es redonda. En torno a ellos los miembros de la familia se ven las caras, se miran, se comunican. La mesa camilla los reúne para las comidas para hacer los deberes, para hablar, para colaborar.
El sofá alargado y hundido coloca a los miembros de la familia mirando todos en una dirección. El centro está en la gran pantalla de la televisión. No se miran ni se escuchan unos a otros. Guardan silencio ante el aparato mágico que entretiene, informa, emociona, aburre. Pero todo ello de forma individual. Y en paralelo. Cada persona individualmente se deja afectar por las informaciones, los ejemplos e historias que se proyectan.
El mando de la tele se convierte en el codiciado objeto de deseo para todos. Es un símbolo de poder y de dominio. Por ello provoca conflictos entre los miembros de la familia. Para solucionarlos se multiplican los aparatos de televisión en vivienda: cada persona se asigna uno. Y además las pantallas de los ordenadores ponen en contacto con las imágenes y las historias de medio mundo. El menú es muy variado.
Frente a esta prevalencia de lo individual es preciso reafirmar los espacios y tiempos de la mesa camilla. La pertenencia familiar es tanto más fuerte cuanto más profunda es la comunicación. Los matrimonios empeñados en crear familia tienen especial empeño en cuidar los espacios y los tiempos de comunicación. Saben que la familia es, sobre todo, un espacio afectivo insustituible. Y también delicado. Por eso sufren tanto cuando el hogar familiar se convierte en una especie de pensión.
Un matrimonio que se comunica y reúne a su familia en torno a la mesa camilla es una buena noticia para esta sociedad, que tanto sufre de incomunicación.
Bonifacio Fernandez, cmf
(Publicado el 26 de Octubre del 2009 en : http://www.ciudadredonda.org/)
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